miércoles, 1 de diciembre de 2010

Biutiful*

Hagamos un ejercicio. Sintonicemos una telenovela, cerremos los ojos. ¿Entendemos la historia? Sí, el género televisivo utiliza las imágenes como mera ilustración de lo que los personajes dicen con palabras. Probemos con Biutiful. El resultado es el mismo. Salvo por las primeras dos secuencias (las manos en la penumbra, el encuentro en la nieve) y la final (el desdoblamiento del protagonista), la película más reciente de Alejandro González Iñárritu (México DF, 1963) es incapaz de producir sentido o de estimular la imaginación del espectador. Uxbal (Javier Bardem) es un hombre vinculado a la economía negra de Barcelona. Tiene dos hijos, una mujer inestable, la capacidad de hablar con los muertos. Y cáncer. Elogiado, a veces inexplicablemente, por películas como Amores perros (2000), 21 gramos (2003) y Babel (2006), todas proyectadas en festivales relevantes, el director mexicano es incapaz de construir una narrativa sólida. Los pasajes de Biutiful son confusos. Sobre todo el que ocurre en el bar, que inicia con un plano secuencia visualmente atractivo pero sin sentido dentro del conjunto: en ese videoclip no importa el diálogo multidisciplinario entre las imágenes y el sonido. Por lo demás, la magnífica fotografía de Rodrigo Prieto es desaprovechada: retrata superficialmente un problema como el de la inmigración.
*La Tempestad 75. Noviembre-diciembre, 2010


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