sábado, 20 de junio de 2009

El periodista en el cine. Los secretos del poder



¿Existe un subgénero cinematográfico dedicado al periodismo? Por lo pronto, habría que señalar que la figura del periodista ha sido abordada en el cine bajo ciertos parámetros, la mayoría de ellos heredados de los personajes detectivescos del film noir. Para el cine de hollywood el reportero es el nuevo héroe de la sociedad. Interesado por buscar la verdad, el periodista utiliza sus armas –un pluma, una cámara (fotográfica o de video), una grabadora, su inteligencia– para descubrir los males de las altas esferas políticas y económicas. Por lo tanto, su vida es solitaria, sus amistades se basan en el intercambio de beneficios directos (sobre todo relacionados con la obtención de información) y sus relaciones amorosas son efímeras. De igual forma, su moral es ambigua, sus acciones pueden ser parte de la ilegalidad. Sin embargo, cada uno de sus movimientos tiene validez siempre y cuando lo hagan descubrir una certeza trascendente para su entorno. La diferencia entre el detective y el periodista radica en que, mientras las averiguaciones del primero están motivadas por un caso asignado (remunerado explícitamente para eso) y la mayoría de las veces vinculadas a la esfera privada, el segundo no obedece a un interés particular, sino al de la sociedad. El periodista tiene la ventaja de no tener que revelar sus fuentes de información, además su propósito principal no es evitar crímenes o resolver casos, sino construir una historia.

No obstante, el periodista se mueve en un espacio paradójico que ha sido poco explorado por el cine de Hollywood: el lugar donde da a conocer la información son medios de comunicación que obedecen a intereses económicos o que, en su defecto, pertenecen a empresarios con incidencia política. Asimismo, las cintas se han esforzado en mostrar el venturoso viaje que el nuevo héroe emprende para conseguir su meta eludiendo la corrupción, pero no los males que podría desencadenar actuando contra la ética del oficio. Afortunadamente, existen cintas como Meet John Doe de Frank Kapra, The Front Page de Billy Wilder o El cuarto poder (Mad City) de Costa-Gavras que ofrecen retratos críticos sobre el periodismo.

En fin. Ayer acudí a ver la película más reciente de Kevin Macdonald, La sombra del poder (State of Play). En ella se aprecian las características enumeradas en el primer párrafo. La historia se desarrolla inteligentemente a través de una serie de dobleces argumentales que crean suspenso en el espectador. Las actuaciones son sobrias y la fotografía –a cargo de Rodrigo Prieto– solvente. Como sucede con estas cintas, la música está mal empleada: su propósito es confundir al espectador o enfatizar una emoción que las imágenes no son capaces de producir. (La secuencia en la que Sonia Baker muere es un ejemplo.) De cualquier forma, se trata de una película interesante que destaca entre la mediocre cartelera comercial de la ciudad de México. La secuencia final es muy parecida, visualmente, a la que David Fincher creó para Zodiáco, al retratar la redacción de un periódico. Ah, por cierto, en la sala de cine estaba Denis Merker. (No sé por qué dije eso.)

martes, 16 de junio de 2009

Voto nulo



El segundo segmento de la emisión de Primer plano del 15 de junio estuvo dedicado al tema del voto nulo. El extraordinario programa de Once tv que hace unas semanas dio un giro a su escenografía para agregar una dinámica distinta a las tomas que ofrece el programa expuso en voz de José Antonio Crespo, Lorenzo Meyer, Sergio Aguayo y Francisco Paoli Bolio uno de los argumentos más sólidos respecto al tema que ha cobrado fuerza con la cercanía de las elecciones del 5 de julio. Para mantener su registro, los partidos políticos necesitan alcanzar al menos el 2.5% de la votación total. Así, existe una diferencia relevante entre anular el sufragio y no asistir a las casillas. El primer caso representaría sumar el voto al universo total de boletas contables. Con ello, los partidos de poca convocatoria –Partido Verde Ecologista, Partido Nueva Alianza, Partido Socialdemócrata, etc– deberán reunir más papeletas a favor para mantener su registro. El voto nulo tendría repercusión directa: mientras más boletas sean anuladas crece la probabilidad de negar el porcentaje mínimo que necesitan estos partidos para sobrevivir.

No asistir a votar significaría principalmente dos cosas: total desconfianza en el sistema de elección o, sencillamente, ignorancia. En cualquiera de los dos casos su resonancia sería nula. Por el contrario, invalidar el voto tendría como resultado castigar a los partidos preocupados por beneficiarse de un presupuesto, pero alejados de sus responsabilidades luego de recibir los sufragios necesarios para garantizar su existencia. El mecanismo, sin embargo, no afectaría a las tres instituciones más poderosas y que más daño han hecho a la ciudadanía: PRI, PAN y PRD. No obstante, sería un primer paso para poner en crisis el sistema político con el que contamos. (Los cartones son de Hernández; aparecieron en La Jornada.)