viernes, 15 de mayo de 2009

La Jetée


Mi teclado se comporta de una manera extraña. En este blog funciona normalmente: la "t" es la "t" y la "ñ" la "ñ"; los signos ortográficos corresponden a las teclas que los indican. Pero si cambio de programa, digamos al messenger, algunas letras adquieren un valor distinto. El "=" es un "₧", que no sé qué significa; de hecho se trata de un caracter que no sabía que existía. También aparece la "ç" en lugar del acento.

De esto me doy cuenta mientras reviso el libro que Bruce Mau diseñó en 1992 sobre el cortometraje de Chris Marker, La Jetée, y que el año pasado MIT Press imprimió por segunda ocasión. El libro recoge la mayoría de las cuatrocientas fotografías que la cinta proyecta, como si fuera una especie de fotonovela, en alrededor de treinta minutos; e intenta combinar la voz narrativa del relato con las imágenes correspondientes. Aunque La Jetée carece de movimiento en la mayoría de sus secuencias (solamente en una recurre al efecto audiovisual oscilatorio producto de la sucesión de imágenes: aquella en donde la mujer gira su silueta recostada e inmediatamente después un acercamiento delata su parpadeo), el trabajo impreso no se acerca al impacto que el cortometraje logra en el espectador. El montaje, a cargo de Jean Ravel, y la música, responsabilidad de Trevor Duncan, se apropian de una estimación ilimitada. La historia funciona como una espiral. En el umbral de la Tercera Guerra Mundial, un niño ve una escena perturbadora en la que un hombre es asesinado en el hangar del aeropuerto de París. El conflicto bélico obliga a que la gente viva en el subterráneo, ya que los componentes químicos que se encuentran en la superficie son mortíferos. El protagonista, ahora un adulto, es orillado a formar parte de un experimento en el que deberá viajar hacia el pasado y el futuro para recoger imágenes que ayuden a los científicos a entender el presente. A lo largo de sus travesías el personaje principal acumula estampas inconexas de profunda belleza, entre ellas la de la mujer de la que se enamora. El desenlace sucede en uno de los desplazamientos del hombre hacia el pasado y simultáneamente origina una reflexión sobre el manejo narrativo del tiempo y la perspectiva. La expiración del argumento ejerce una fuerza centrípeta que origina que la fábula termine justo donde comienza. De esta manera, el niño y el adulto se fusionan en una misma imagen, dentro del aeropuerto de París, que cobra sentido tanto para los personajes como para el observador.

A propósito de La Jetée J. G. Ballard escribió: "This strange and poetic film, a fusion of science fiction, psychological fable and photomontage... creates its own conventions from scratch. It triumphantly succeeds where science fiction invariably fails".